lunes, 23 de noviembre de 2009

EL INSULTO Y LA DESCALIFICACIÓN, LINEA POLÍTICA DEL PP.


A VUELO DE NEBLÍ ALIGERO.
EL INSULTO Y LA DESCALIFICACION, LA LINEA POLÍTICA
DEL CUARTETO RAJOY, GALLARDON, SAENZ DE SANTAMARIA, COSPEDAL.



“De todas las criaturas de la selva el buitre es la que lo tiene más fácil. El trabajo duro de los demás se convierte en su trabajo: la incapacidad de los demás para sobrevivir se convierte en su alimento. Hay que vigilar al buitre: mientras uno trabaja duro él observa desde arriba esperando la oportunidad de devorar la presa...”
ANONIMO.



Recordaba Fernando Savater que una de las ordenes perentorias de Francisco Franco,- a sus ministros y a quienes le rodeaban-, era que hicieran como él, que no se metieran en política...
La declaración, cínica a más no poder, conlleva un mensaje interesante, que el partido popular pretende aplicar desconociendo las normas democráticas que dicen defender: La política es inútil, basta con un coro de aliados, de compinches, de unos pocos, para que las decisiones se tomen por quienes deben tomarlas. La política, según su particular visión y manera de hacer las cosas, hay que dejársela a los otros, a los opositores, a los subversivos contra el régimen que tratan de suplantar o que ya lo han suplantado. Para ellos, los lideres del Partido Popular, la deliberación, el debate y el consenso estorban: su razón de ser estriba en la crispación, la polarización, la virulencia y el insulto. La vehemencia en el discurso la convierten en violencia verbal y su contundencia, en la estrategia fundamental para destruir al legitimo opositor. Entienden la política como el acto mediante el cual se puede agredir, descalificar, injuriar y quitarle al opositor la razón.

Desde ésta perspectiva puede entenderse, sin lugar a equívocos, la postura del Señor Federico Jimenez Losantos, del diario El Mundo y de la dirección de la COPE, referida a sus propios compañeros de Partido: El consenso implica descafeinamiento de las ideas, ceder ante el adversario y permitirle respirar. Olvidan tanto unos como otros que quien insulta pone de manifiesto que nada tiene que decirle al adversario, ni racional, ni política, ni ideológicamente.

La crisis política que hoy vivimos tiene más que ver con la intolerancia de algunos que con la postura ideológica. La derecha ideológica pretende monopolizar el ejercicio de la acción política y excluir de la misma a sus legítimos opositores y, lo que es más aberrante, excluir a la ciudadanía en general del libre ejercicio democrático. Este modo de hacer, más propio de estadios primitivos, son la causa de movimientos fanáticos bien representados por los cabezas rapadas, por movimientos de extrema derecha y por algunos medios de comunicación como la COPE o El Mundo, y, utilizados por los líderes políticos en la demonización del adversario. Nos basta una mirada al pasado inmediato para comprender lo que afirmamos: El Partido Popular liderado por Aznar frente a Felipe González o de Mariano Rajoy frente a Rodríguez Zapatero.

Bill Clinton afirmaba que, “los ciudadanos muchas veces prefieren tener frente al gobierno a alguien equivocado y fuerte, más que a alguien que tenga la razón pero que es débil”. Sea como fuere, la estrategia de la confrontación en nada ayuda a los propósitos democráticos, por cuanto nada tiene que ver ni con los partidos políticos ni con los programas que se presentan a consideración del ciudadano, sino con aquello que dice relación a la ética, la moral, la honestidad y la capacidad de liderazgo del político en cuestión o su capacidad de compromiso en temas socialmente candentes como la seguridad, el terrorismo o la corrupción administrativa. Es decir, que los programas, los temas fundamentales que afectan el buen funcionamiento del estado serán siempre ajenos a la alharaca del escándalo y todos aquellos que los propician generalmente son arrastrados por el torbellino del mismo, con la condigna sanción en las urnas.

SENTENCIA.

“El espejo refleja la realidad, pero también es la herramienta perfecta para el engaño: cuando reflejamos el comportamiento del enemigo, actuamos igual que él, no logra entender nuestra estrategia. El reflejo les ridiculiza y les humilla, haciendo que reaccionen de forma excesiva. Si les ponemos un espejo delante de la mente, les seducimos con la ilusión de que compartimos sus valores; si lo ponemos ante sus acciones, les damos una lección. Pocos pueden resistir el poder del reflejo”.



Carlos Herrera Rozo

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